Con la llegada de la pandemia a causa del Coronavirus, todos se vieron relegados a permanecer en sus hogares. Esto implicó transportar todos los ámbitos de la vida cotidiana hasta las casas y tratar de desarrollarlos allí. Este proceso ha resultado fallido, o en su defecto, muy complicado en muchos sentidos. Después de nueve meses de llevar las instituciones educativas a casa mediante el uso de plataformas de conexión sincrónica, es posible evidenciar todas las falencias y obstáculos de la virtualización y especialmente los de atender a clases en acceso remoto desde el hogar. Una reflexión sobre muchos de los factores implicados en este proceso permite reconocer que la casa es uno de los peores lugares para aprender desde la modalidad virtual.
¿Qué es necesario para atender o dar una clase en acceso remoto? Muy seguramente, cualquiera pensaría cosas como: un ambiente tranquilo y silencioso, estar alejado de las distracciones, contar con las herramientas necesarias, suficiente energía y disposición. ¿Realmente se están cumpliendo al menos la mayoría de estas condiciones? Infortunadamente, muchos estudiantes y profesores no se encuentran en un entorno facilitador de estas condiciones. Incluso, contar con estos elementos y condiciones, por lo menos en Colombia, es un privilegio.
Es necesario hablar del uso del espacio en el hogar. Durante años las viviendas se han considerado un lugar donde se desarrolla la vida privada, las alcobas están destinadas al descanso, la sala y el comedor suelen ser zonas de esparcimiento social entre los habitantes de dicho espacio, y así sucesivamente se van estableciendo actividades según cada espacio de la casa. A pesar de no haber más opciones, el estudio no es una de las actividades propias del hogar. No cabe comparación entre realizar un par de tareas y actividades académicas en casa y mover todos los ámbitos de la actividad académica hasta el hogar.
La casa está repleta de distracciones en todo el sentido de la palabra. Las personas hacen ruido o hablan con tono alto, las mascotas se encuentran deseosas de atención y en general las dinámicas sociales, como parte de la naturaleza de un hogar, son situaciones generadoras de interrupciones en el proceso educativo. Mientras un salón de clase está diseñado para aislar ruidos externos y focalizar la atención de los estudiantes en determinada actividad; en la casa es complicado tratar de cambiar las formas de interacción.
Un ejemplo más extremo de las dinámicas familiares como forma de distracción es el de casas donde se presenta violencia intrafamiliar, uno de los delitos más denunciados en la cuarentena en Colombia según la vicefiscal general, Martha Janeth Mancera. Una persona violentada o en un entorno violento, posiblemente no posea condiciones físicas y/o emocionales suficientes para el buen desarrollo de las clases. Esta realidad se ve reflejada en los memes que nacen como una representación humorística de la realidad social. Algunos estudiantes no cuentan con un ambiente suficientemente respetuoso de su tiempo de estudio.
Por su parte, la cuestión de las herramientas tecnológicas es lamentable. Para las clases virtuales es necesario contar con una red de internet estable y un dispositivo que facilite la conexión. A ciertas personas, como se dice coloquialmente, les toca “llevar del bulto”, por ejemplo: las familias grandes con solo un dispositivo disponible, también quienes se encuentran alejados de la zona urbana colombiana y no tienen acceso a internet o a los implementos necesarios para entrar a una clase en tal modalidad. Es válido recordar el caso de personas que se vieron en la humillación de atender sus clases desde un árbol o recorriendo varios kilómetros, pues en sus residencias no llega señal de internet.
También vale la pena pensar sobre los requerimientos físicos indispensables para atender una clase: la energía y las ganas. Muchas personas, ante los efectos de la cuarentena, dicen encontrarse con frecuencia “sin ganas de nada” incluyendo la falta de ganas de pasar todo el día frente a sus dispositivos. Los hábitos de descanso cambiaron. Algunos estudiantes entran a clase 5 minutos después de levantarse, cuando siguen más dormidos que despiertos, no se encuentran en la capacidad de prestar suficiente atención. Y, para empeorarlo todo, reciben las indicaciones desde la comodidad de sus camas donde permanecen vencidos por la pereza y por la falta de interés.
Bien es cierto que el estudio desde el hogar no ha sido absolutamente malo, claramente, tiene sus beneficios. A pesar de ello, es necesario presentar las problemáticas surgidas con este proceso y no por querer, simplemente, enunciar las dificultades en sí mismas. Es importante hacer una invitación a la reflexión. La educación es algo sagrado y verdaderamente valioso para la persona que la recibe. Quienes permanecen en casa tienen la responsabilidad de hacer todo lo posible por respetar los espacios académicos virtuales de los demás. Ser cuidadoso, procurar un ambiente silencioso, evitar interrumpir o desviar la atención de quien recibe las clases, son actitudes fáciles de adoptar y, de seguro, serán favorecedoras para quien tome las clases virtuales. El tránsito de la presencialidad a la virtualidad no ha sido fácil en ningún sentido. Adoptar medidas para colaborar con tal proceso resulta justo y necesario.
