Por: Paula Abril Caro @pauulaabril
—¡Tú si jodes mujer! Todo el día das lora y lora. Me voy a producir — grita Esteban caminando hacia la puerta.
—¿Jodo por qué te digo que tu hijo ya casi cumple años, y que lo mejor es que intentes estar? No lo puedo creer —dice Martha desconcertada.
—¿Qué cariño? —dice pausadamente con cara de burla
—Sabes que yo no quería tener hijos.
—Eso no decías en el hospital cuando lo alzaste por primera vez, ni lo dices cuando juegas con él. ¡Hipócrita! Tú lo adoras. A ver, ve y dile lo que me acabas de decir. Ni tú te lo crees.
—Es verdad, me equivoco. A él lo amo, a la que no soporto es a ti.
Esteban sale de la casa y da un portazo. Cuando escucha a Martha sollozar, sonríe victorioso. Finalmente, desahogó su ira. Camina hasta el parqueadero donde está el camión. Allí está Miguel, su compañero de carga. Toman tinto y conducen hasta la vereda para cargar la papa.
—Compadre, esto es un buen negocio — dice Miguel entusiasmado mientras empiezan a echar los bultos de papa al camión —. Mire que Don Raúl está lleno de billete. ¿Vio el carro que se compró hace poco? Severo carrazo. Comprémosle el camión —insiste dándole palmadas amistosas en la espalda.
—¿Con qué plata Miguel? Yo tengo hijo y esposa — le responde Esteban, mientras carga en el camión uno de los veinte bultos que tienen que cargar. .
—Su esposa también trabaja, no se haga el loco. Usted briegue a sacar la plata, yo consigo los contactos; es más, ya los tengo. Saque un crédito. A usted se lo deben dar porque ya tiene casita.
—No me convence compadre —señala Esteban pensando en lo que diría su esposa cuando le cuente que quiere sacar un crédito. —¡Hágale! Yo me levanto 2 millones para pagar las primeras cuotas del crédito; luego, eso lo sacamos en 3 meses. Usted me paga un porcentaje y poco a poco nos llenamos. Ya en un año le queda para comprarse otro carro y hasta mejor. Después, contrata gente y se echa a rascarse el ombligo mientras otros producen por usted.
—No sé —dice rascándose la cabeza , mientras procesay procesando todo a la vez.
—Hágame caso., Don Carmelo comenzó así y mírelo ya donde va. ÊlEl comenzó hace tres años, hace nada. Además, Don Alonso está muy viejo a media nada estira la pata ¿y nosotros qué?, porque créame que los hijos no continúan el negocio.
—¡Jueputa, una abeja! —grita Esteban interrumpiendo a su compañero.
—Venga, quédese quieto que usted es alérgico y después quedamos varados por acá—dice Miguel tirando al suelo el bulto que tenía y espantando al pequeño insecto con su mano.
Terminan de cargar y suben al camión
—Mire lo que yo necesito es plata para irme de este país. Yo me voy para Estados Unidos, pero necesito plata mucha plata
—¿En serio cree que es tan viable?, porque usted se va del país y me deja aquí con las deudas y todo.
—Hombre que si es bueno. Usted es muy terco, mano. Yo me voy porque mi hermano está allá y èl es la única familia que me queda; de sangre porque usted y la comadre son como familia para mí.
Paran a almorzar donde siempre y don Raúl está allí hablando con sus empleados.
— Queubo Miguel. ¿Al fin si me compran el carrito?
— Esteban no quiere convénzalo. – Le responde Miguel a Don Raúl
—Esteban, papito, mire. Yo les vendo el carro a ese precio porque una vez yo estuve en el lugar de ustedes y con usted me conozco desde hace años de los años. Mire la publicación del carro acá, aquí está más caro del precio que les doy a ustedes.
—¿Y los gastos? El carro usted por ahí lo vende porque tiene ya los años encima y ya casi saca la mano.
—Vea, este carro lo arregle hace 5 meses, este bueno.
—Bueno, me convencieron hoy miro si saco el crédito.
Terminan de almorzar y vuelven a tomar camino.
—Ay Miguel, Miguel. ¡Usted convence hasta el diablo! —exclama Esteban saltando en su asiento.
—Es que es un buen negocio. La vida de aquí en adelante solo va para mejor compadre.
—SíSi, ojalá que sí —dice Esteban pensando en su hijo graduándose de una buena universidad. Se imagina a su esposa con ropa fina, con el tinte de pelo que desde hace tanto quiere y con una sonrisa de oreja a oreja. – Al imaginarla de ese modo, se le acongoja el corazón. Ha sido malo con ella; recuerda sus manos arrugadas de tanto lavar ropa, para poder llevar más dinero a la casa. “A penas llegue a la casa me disculparé, es más le llevaré un brazo de reina bien bueno para que estéeste contenta y le daré la noticia del negocio”, piensa.
—Compadre hágale señas al man de atrás con la mano para que nos pase que vamos pesados de carga —rompe con el silencio Miguel.
Esteban le da la señal de avanzar con la mano y hace sonar varias veces el pitó del camión.
—Hoy hablo con mi mujer y mañana en la mañana me voy para el banco; toca ver cuál es la mejor opción, pero yo creo que toca hipotecar la casa si nosino no prestan la plata.
—Si compadre, igual espere a ver que le dicen.
—Quiero sacar a mi familia adelante —dice Esteban con cierta nostalgia en sus ojos— quiero estar en los cumpleaños de mi hijo. Quiero estar ahí para mi mujer y sacarla a comer. Ella… ella siempre ha estado ahí, aguantando mis cosas; me cocina aunque estéeste cansada, me da cariño aunque sinceramente, compadre, a veces sea un patán. No la merezco, pero esto, esto es una oportunidad para recompensarla por todo lo que ha hecho y para darle a mi familia lo que merecen.
—Compadre, esto nos arregla la vida a todos. No sea tan duro, usted es buen hombre, por eso la comadre lo quiere tanto.
—Es cierto, todo mejorará.
—Así es—grita Miguel riéndose como un loco y Esteban se une a sus gritos de victoria.
—¡Jueputa una abeja! ¡hay dos!¡ hay dos! —grita Esteban mientras intenta espantarlas.
El camión se va al carril izquierdo
—¡Esteban, jueputa, viene una mula!