Por: Paula Torres @torres_1115
Ya hace un tiempo que a nivel mundial venimos enfrentando una pandemia de magnitudes inimaginables.
Hace algunos meses no hubiéramos pensado que las sonrisas de quienes veíamos habitualmente se borrarían de a poco, y ahora la imagen que tendríamos de ellos serían rostros con mascarillas de todo tipo.
Los bares ahora son establecimientos cerrados que no tienen consentimiento de cuando retomaran labores, el sistema de transporte público promueve el distanciamiento social, pero las calles siguen llenas, las cifras de contagios aumentan, pero el pánico no. Al parecer ya entramos en la etapa de la pandemia que denominaríamos “la nueva normalidad”.
No solo en la fría Bogotá si no a nivel mundial el mundo está retomando actividades, los cafés están volviendo, las calles regresan de a poco a la vida. Y aunque Darwin con su “selección natural “se sorprendería al punto en que hemos llegado, parece que el hecho de “sobrevivir una pandemia” ha generado un pensamiento de heroísmo, en lugar de crear conciencia de responsabilidad, más que de pánico.
En este momento, muchos colombianos desearían ser europeos (no precisamente italianos), pero, el poder salir a las calles, verse con sus amigos, ir al trabajo o a la universidad como solían hacerlo a ciencia cierta. Al paso que vamos, retomar lo que considerábamos habitual o normal está cada vez más lejos; sin embargo, en redes sociales no paran las fotos de reuniones, los parques siguen con su flujo habitual, las universidades están cerradas, y aun así ellas también se van a unir a esta “nueva normalidad”



Después de la digitalización obligada a la que muchos países se han visto forzados, como es el caso de Colombia y sus colegios públicos y privados; o Chile, donde sus sistemas educativos debieron crear estrategias para poder ejercer su labor de diversas formas de acuerdo a la modalidad en la que se encontraba el estudiante. Las nubes en el panorama se disipan y no hay lugar que no tenga protocolos de seguridad previstos; al parecer se reconoce esto como una normatividad.
La incomodidad es constante, e incluso las personas podrían estar más cerca a nivel virtual que en el nuevo mundo al que la pandemia ha moldeado.
Es por esto que el sistema que la “nueva normalidad” implica y no solo hace referencia a la capacidad de adaptación que tienen los seres humanos, sino también, a la nueva creación de costumbres hasta que se obtenga una solución ante este fenómeno.
Es una pequeña fracción, las personas que en realidad consideran que la “nueva normalidad” no debería pasar; si no por el contrario, está bajo la responsabilidad ciudadana poder volver a su vida de hace unos meses, donde se podían ver risas maravillosas, parques llenos, universidades bajo horarios normales (todo sin mascarillas, sin alcohol, sin tener que alejarnos de nuestros conocidos por temor).
Son pocos quienes en verdad no están dispuestos a tener que retomar una “nueva normalidad”, los mismos quienes reconocen que esto no está bien, que, a pesar de todo, la responsabilidad social es la clave para una vida normal.
De tal manera, países donde las cifras crecen abismalmente, como es el caso de Chile con 211.819 contagios o México con 32. 667 casos (cifras actualizadas por la Organización Mundial de la Salud), dependen únicamente de la responsabilidad social para retomar actividades, evitar más desempleo, generar ingresos, volver a la educación presencial.
Es así como, una de las características más relevantes de la “Nueva normalidad”, es que el concepto de responsabilidad social no es el más aplicado, el individualismo y la falta de preocupación por la integridad de los demás, no son conceptos comunes en este nuevo mundo en el que poco a poco la sociedad se ha visto obligada a entrar.
Además de la indiferencia, el desacato a las normas es el mejor aliado para que las calles sigan llenas, las mascarillas sean un obstáculo (y no se usen) e incluso que en el transporte público no se respete el distanciamiento social.
En definitiva, “la nueva normalidad” es el paso perfecto para desarrollar la osadía de las poblaciones.
Al parecer este nuevo sistema incluye cafeterías, restaurantes y bares, así que del todo lo que la sociedad conocía no desaparecerá. Pero, al parecer nadie nota los cambios, nadie desea mejorar, nadie cambió tras el aislamiento.
Tal como en las películas, los seres humanos se adaptan a todo, a pesar de que la pequeña fracción que se opone a la adaptación de la “nueva normalidad” desearía generar conciencia y cambio
La gran parte de la población tiene la necesidad de retomar su vida, sin importar las consecuencias, como si la pandemia no existiera, como si las mascarillas fueran bonitos accesorios, como si hacer protocolos de seguridad fuera normal.La “nueva normalidad” nos ofrece un panorama de valentía constante donde el temor no existe y la empatía mucho menos.