Por: María Gabriela Silgado R.
Para quienes jamás han leído o visto uno de estos libros (ya hay 4 o 5 con diferentes temáticas), estos se basan en resaltar a 100 mujeres cuyos logros, habilidades, esfuerzos y demás hayan contribuido al mundo de una u otra manera. Esta versión incluye a 100 mujeres entre colombianas y ecuatorianas, que a pesar de vivir en estos países latinoamericanos llenos de guerras y violencias de género, han logrado sobresalir y contribuir a sus respectivos campos.
Me encantan estos libros. Me parece una forma espectacular de conocer mujeres que han logrado sobresalir en este mundo en tan diferentes campos y profesiones, a pesar de tantas circunstancias adversas.
Algo que me hizo falta en este libro en particular, fueron los segundos apellidos de las mujeres. En Colombia, al menos, nuestra tradición es tener los apellidos intercalados, el primero es el del papá, el segundo de la mamá y así hasta lo que podamos remontarnos en nuestras familias. Ese segundo apellido es la representación de nuestras madres en nuestro nombre y me parece que, para un libro que quiere resaltar a las mujeres, es decepcionante que no esté.
Adicionalmente, me gustaría hablar un momento de María Osorio, una de las mujeres que aparecen en el libro, fundadora de la editorial infantil y juvenil Babel. Ella fue a mi universidad, a una charla sobre el campo editorial de la comunicación. Le pregunté si le parecía que los movimientos feministas y de mujeres habían afectado en algo su campo. Ella contestó que no. Que ella notaba cómo en el mundo la costumbre es que cuando algo se vuelve importante, como la literatura infantil o la cocina, pasa a las manos de los hombres y que aunque ella es dueña de una editorial premiada, el feminismo no había influido en su campo a la hora de la verdad.
Creo que estaba absolutamente equivocada. Simplemente el hecho de que una serie de libros que resalta los logros de mujeres como ella se haya vuelto un éxito mundial, demuestra qué tanto ha influido el feminismo en la industria editorial, en todas las industrias realmente. Es clave que lo tomemos en cuenta, sabiendo que en Colombia no han pasado 100 años desde que las mujeres podíamos llegar a ser ciudadanas, mucho menos directoras de empresas editoriales.
Por otro lado, algo que personalmente me impactó fue ver cómo la mayoría de las escritoras que aparecen en el libro son periodistas. Puede que esto tenga que ver con que la literatura de las mujeres latinoamericanas no me encanta. Esto es porque siempre se trata de dolor, de pérdida. Y aunque lo entiendo porque Latinoamerica es una región completamente manchada por violencias de todo tipo, especialmente de género, pienso que no todo tiene que tener ese tono oscuro y triste.
Finalmente, me gustaría hablar un poco de cómo en este libro se muestra algo colombiano muy particular: la multiculturalidad que compone al país por defecto, porque somos descendientes de españoles, indígenas y esclavos, pero que no exenta a este país del racismo y a la desigualdad. Con esto me refiero a que la mayoría de mujeres nacidas en Bogotá (de tez más clara) han sido las “intelectuales”, las que se han ido a Nueva York y París a estudiar su pasión, mientras que las mujeres negras e indígenas son a las que les ha tocado luchar por sus territorios, ser activistas, desplazarse de sus lugares de nacimiento, entre otras dificultades que claramente las hacen merecedoras de reconocimiento, pero también son una representación clara de que la multiculturalidad no significa unión o aceptación o igualdad.
El libro, como los dos anteriores que me he leído de Rebel Girls, es precioso, inspirador y provocador de reflexiones. Creo que es un libro que vale la pena comprar, leer y atesorar. Especialmente para apreciar cómo las mujeres han sabido sacar la cara por este país en tantos y tan diferentes ámbitos.
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