Por: Paula Torres
Hemos llegado al momento en el que, al parpadear, solo podemos pensar en lo fugaz que ha sido el tan esperado 2020. Las redes sociales con sus conteos para navidad, las emisoras con sus lemas y programación acerca de diciembre, un octubre sin disfraces, mentes y cuerpos cada vez más cansados detrás de una pantalla.
Al inicio de este especial año, como siempre, en un país de tan bonitas costumbres como Colombia, esperábamos que este fuera el año de todos; sin embargo, el universo, la vida y el régimen mundial tiene formas bastante especiales de demostrarnos que no todo es como pensamos.
Las risas se apagaron, las calles se vaciaron, el cansancio aumentó, las obligaciones se multiplicaron, y mientras todos estábamos cumpliendo con lo poco o mucho que debemos hacer detrás de una computadora, todo un año pasó por delante de nosotros, en menos de un parpadeo, estamos a tan solo aproximadamente 2 meses de darle el tan anhelado final al 20-20.
Era imposible pensar que aquellos dispositivos, nuestros aliados, se convertirían en nuestra fuente de repudio; que el anhelo por mandar mensajes de texto y llamar disminuiría por estar cansado todo el tiempo y no querer convivir con más pantallas. El calor humano, aquel del que tanto se quejaban, se convirtió en eso que ahora anhelamos. Quizá el 2020 no fue el año que todos pensábamos, mejor dicho, ni siquiera se acerca a lo que creíamos que iba a ser, pero, sería innegable pensar que, de él, lo único que nos llevamos fue una pandemia.
Una de las grandes lecciones que nos llevamos y que quizá nos va a costar años arreglar y acostumbrarnos, es el correcto uso de las herramientas tecnológicas. Aunque el entretenimiento es un factor vital para la construcción de los seres humanos; el no saber usar estas herramientas análogas para nuestra formación personal, laboral y educativa, nos jugó una mala pasada.
Nos vimos en una encrucijada entre la presencialidad y la virtualidad, donde a ciencia cierta y tras meses de la imposición de los mecanismos digitales como fuente de primera mano; nos dimos cuenta de que la obsolencia y funcionamiento detallado de estas máquinas en muchos de los casos está limitado por los deseos y banalidad con los que estábamos acostumbrados a ver la vida.
Solíamos pensar que sin redes sociales la vida seguramente fue mucho más difícil, y sin duda, al “estrellarnos contra la pared” como se dice en Colombia. Lo único difícil, es usar estos mismos objetos para nosotros, como un bienestar, no como un vicio o un acompañamiento. Hacerlos funcionales en lugar de encajarlos simplemente en la red social de moda.La diferencia separatista entre los tipos de usos que se le dan a elementos como laptops y móviles es tan marcada, que incluso se podría hacer un listado de las actividades propias de cada uno. Pero, hemos llegado a ese momento donde no tener una de estas en nuestras manos nos hace sentir mejor, donde las pantallas simplemente son un sinónimo de separación y agotamiento exhaustivo por el abuso de las mismas. Entonces, planteándolo así, el problema de un año digital, como lo es este, sin duda, es el abuso que se le da a estas plataformas y aún más, como el uso incorrecto o uso acostumbrado con el que veníamos viviendo nos forjó una idea errónea o sesgada de los miles de oportunidades que las nuevas tecnologías nos podían ofrecer.
El abuso que se le da a estas plataformas y aún más, como el uso
Paula Torres
incorrecto o uso acostumbrado con el que veníamos viviendo nos forjó una idea errónea o
sesgada de los miles de oportunidades que las nuevas tecnologías nos podían ofrecer.
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