Por: Paula Torres @torres_1115
El 2020 ha sido un año complicado para todos, ese año donde todas las personas han reevaluado su vida. Quisiera pensar que todos saldremos diferentes de esto, como alguna vez todos lo pensamos, pero sin duda alguna, todo lo que ha pasado este 2020 nos ha enseñado a valorar, a amar, a disfrutar cada momento que pensábamos que nada nos podría arrebatar, pensamos que teníamos los días “rutinarios” para siempre, y ahora, con cierta repelencia a las pantallas nos sorprendemos de lo asegurado que creíamos tener todo.
Es divertido escuchar como este año pandémico ha hecho pensar a muchas personas acerca de las versiones de su “yo”, es decir, quienes eran antes, quienes son ahora, quienes siempre han querido ser y quienes serán. A ciencia cierta, y aunque deberíamos pensar en eso más seguido, simplemente, parece que con la pandemia también llegó el autorreconocimiento.
Es así como, al pasar el tiempo vamos dejando atrás las versiones de nosotros que creemos ya no son lo que queremos ser. Pero, son estas versiones las que nos hacen ser quienes somos realmente. No podemos ir por la vida dejando piezas de nosotros atrás, seriamos como ese rompecabezas al que siempre le falta una ficha y por ende nunca podríamos apreciar su belleza del todo.
Y llevar con nosotros, nuestras anteriores versiones, no significa querer volver a ser lo aquello que fuimos alguna vez, ni mucho menos quiero decir que mejorar esta mal; a contrario, cambiar y ser mejor es de las mejores decisiones posibles. Las versiones de nosotros mismos dejadas atrás nos traen por suerte cosas para aprender y crecer. Pero, ¿cuál es mi punto con todo esto?
La pandemia nos enseñó el hecho de no saber cuándo, todos nuestros planes a futuro pueden quedar en un stop indeterminado, por ejemplo, viajes, intercambios, conciertos entre otros. Es ahí, cuando vale la pena preguntarse si dejar atrás el pasado y cerrar la puerta para siempre es la mejor opción, después de todo, encerrados sin saber qué va a pasar, más de uno a querido saber qué pasó con su “yo” del pasado, saber cómo llegó a convertir en el “yo” de ahora. Las respuestas son más difíciles de encontrar, sin embargo, allí nuevamente entra en juego nuestro autorreconocimiento.
Enfrentar nuestros miedos del pasado y abrir puertas que cerramos por seguridad, constantemente genera pánico. En realidad, no podemos dejar de ser la mejor versión de nosotros mismos por no ser capaces de afrontar los miedos del pasado y sacar lo mejor de la situación; sin duda alguna, debería llegar un día donde nuestro “yo” del pasado y nuestro “yo” del presente hagan las paces y simplemente se conviertan en la mejor dupla.
Enfrentar las posibilidades del futuro incompletos no es nada fácil, siempre necesitaremos de ese “yo” que siempre ha sido un niño, ese que ha amado con fuerza y que sueña empedernidamente, ellos son la clave para lograr todos nuestros propósitos. Por eso es necesario aprender a superar y dejar atrás muchas cosas que quizá no nos hagan bien, pero, lo único que no podemos dejar atrás, nunca, es precisamente a nuestro “yo” del pasado.
… Después de todo si no fuera por él, ¿seriamos la persona que somos hoy en día?
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